La isla de Tabarca que se encuentra a escasas millas de la costa alicantina es una pequeña “perla” del Mediterráneo. Te parecerá increíble lo que puede dar de sí una isla que tiene una anchura máxima que no llega a los 500 metros.
El principal atractivo de Tabarca son las pequeñas cuevas que pueden ser exploradas nadando y la reserva marina que la rodea. Fue la primera de España (1986) y te deleitará si viajas con ganas de bucear para ver una flora y fauna muy abundante y llena de colores y especies. Si éste es tu plan, entonces te recomendamos que traigas escarpines, gafas de bucear, tubo y aletas. Si no, siempre puedes comprarlas en una de las pequeñas tiendas del pueblecito de la isla. Y cuando estás en Tabarca, no puedes dejar de probar su maravillosa gastronomía: las especialidades de la isla son el caldero de arroz, que se suele hacer con gallina y morralla (18 euros el menú), y el sabroso arroz con bogavante (20 euros el menú). Ambos están exquisitos pero tampoco se quedan mancos los otros arroces que podéis degustar, como el arroz negro (12 euros el menú), el arroz a banda (12 euros el menú) o el arroz del Senyoret.
Cuando cae la tarde es el momento ideal para darte una vuelta a pie por la isla, visitando el pueblo que es muy bonito con casas y calles estrechas que se unen en una amplia plaza. Caminar por estas calles es detenerse en el tiempo y sorprenderse con su arquitectura que es más propia de las calles de la isla de Djerba o de Sidi bou Said en Túnez. Y esto se explica por la historia de la isla. En el siglo XIII, Carlos III logra la redención de un grupo de origen ligur (extinta República de Génova) que se encontraban en la isla tunecina de Tabarka bajo el yugo y la esclavitud por parte del rey de Túnez, ofreciéndoles la libertad en la Isla de San Pablo (actual Tabarca) de ahí que la arquitectura tabarquina sea tan diferente al resto de la provincia alicantina ya que ha permanecido alejada de los esquemas siguiendo un plano urbanístico más propio de las ciudades tunecinas con un toque de las repúblicas que conformaban la actual Italia.
La iglesia de San Pedro y San Pablo, fundada en el siglo XVIII, es el edificio más emblemático y tiene vistas sobre una de las murallas que separa parte del núcleo urbano de la accidentada costa. Y si nos dirigimos andando hacia el extremo norte de la isla, nos encontraremos con el viejo faro, inaugurado a mediados del siglo XIX y el pequeño cementerio. La última parada del día la debes realizar en la parte sur de la isla, para sentarte sobre las rocas y disfrutar de una de las puestas de sol más bonitas del Mediterráneo.